Bajo la abrumadora influencia de la cultura popular, la radiodifusión televisiva está experimentando un deterioro significativo, causando un daño profundo a los valores morales de la sociedad. Los programas que podrían contribuir al desarrollo ético, la madurez personal y el refinamiento cultural han desaparecido casi por completo de las pantallas. En su lugar, el enfoque se ha desplazado hacia contenidos que captan una atención fugaz, pero no ofrecen ningún beneficio real a los espectadores: contenidos que no solo no inspiran un crecimiento positivo, sino que promueven la inmoralidad y, en algunos casos, incluso el crimen. Los reality shows, los programas centrados en chismes y ciertas series de televisión son los ejemplos más evidentes de esta decadencia cultural.
Estos programas están llenos de contenidos que erosionan el tejido moral de la sociedad, debilitan la unidad familiar y afectan negativamente el bienestar espiritual de los individuos. Con frecuencia exponen vidas privadas, socavan los lazos familiares, aceleran el deterioro moral e influyen negativamente en los niños, todo ello reflejando un enfoque superficial y de mal gusto hacia los medios. Moldeada por una mentalidad cruda, materialista y egoísta, alejada de la moralidad coránica, esta cultura lleva a gran parte de la sociedad a centrarse únicamente en las ambiciones mundanas, ignorando a Dios y la realidad del Más Allá. Esto es una causa fundamental del declive moral.
Programas Diurnos: Corrompiendo a la Sociedad Bajo el Pretexto del Entretenimiento
Uno de los ejemplos más destructivos de este declive se encuentra en los llamados “programas diurnos”. Estos programas suelen centrarse en encontrar personas desaparecidas, resolver disputas familiares o abordar temas como el matrimonio y el divorcio. Sin embargo, su núcleo está compuesto por discusiones acaloradas en el estudio, comportamientos inapropiados y temas románticos sensacionalistas. Los participantes a menudo revelan detalles íntimos de sus vidas personales y problemas familiares. Aunque no contribuyen en nada al crecimiento moral o personal, estos programas dañan a la sociedad de varias maneras:
- Muchos participantes parecen carecer de la educación o formación cultural que fomentaría la moderación o la discreción en tales entornos. Para aumentar las audiencias, son deliberadamente provocados con música dramática y una conducción manipuladora, lo que lleva a lágrimas, discusiones vulgares e incluso enfrentamientos físicos.
- Los eventos suelen ser exagerados o distorsionados para obtener mayores índices de audiencia, fomentando percepciones y juicios erróneos en la sociedad.
- Al exponer aspectos íntimos de sus vidas, los participantes —a menudo sin saberlo— socavan su propia dignidad y reputación.
- Más alarmante aún, estos programas promueven el egoísmo, la agresión, la falta de pudor y comportamientos incivilizados, en lugar de cultivar la bondad, la paciencia, el perdón y el respeto.
- También establecen ejemplos perjudiciales: la exposición repetida de violencia, insultos y abusos verbales se normaliza gradualmente para los espectadores.
- Informes en la prensa, basados en confesiones de participantes, sugieren que muchos programas guionizan o dirigen lo que dicen los participantes. Aunque esto pueda parecer una simple “manipulación de audiencia”, no se puede descartar la posibilidad de que estos programas estén diseñados intencionalmente para corromper a la sociedad. Tal manipulación desestabiliza las estructuras familiares, empuja a los jóvenes hacia el crimen y causa un daño profundo a la moralidad pública.
- Finalmente, al crear la impresión de que la justicia se imparte en el estudio, estos programas engañan a los espectadores sobre el sistema legal. Castigar a los delincuentes y proteger los derechos de las víctimas es tarea del poder judicial, no de los programas de televisión. Permitir que un entretenimiento superficial reemplace a jueces, fiscales y policías erosiona la confianza pública en la justicia.
Aunque estos programas atraen a grandes audiencias al adaptarse al nivel educativo de su público objetivo, arrastran a la sociedad aún más hacia abajo, allanando el camino para una cultura cruda, incivilizada y vulgar, en lugar de fomentar una refinada y virtuosa.
El Impacto Destructivo de los Programas de Competencia
Otro grupo de programas perjudiciales para los valores morales y culturales son los programas de competencia física. En estos, los conflictos, insultos, chismes e intrigas entre los concursantes se normalizan, e incluso se fomentan. Popularizados con celebridades locales en muchos países, estos programas involucran luchas por la supervivencia en condiciones extremas. Aunque las altas audiencias reflejan el interés público por la competencia y los desafíos, los contenidos y mensajes son profundamente dañinos para la vida social y moral.

Para los concursantes, las duras condiciones —hambre, sed, insomnio y rivalidad constante— a menudo afectan tanto la salud física como psicológica, especialmente en las mujeres. Aunque la participación es voluntaria, esto no justifica poner en riesgo la dignidad y el bienestar humano. Socialmente, estos programas fomentan el egoísmo, la traición, los chismes y la difamación como si fueran rasgos aceptables, incluso admirables. A medida que la competencia se intensifica, algunos concursantes recurren a la violencia y la agresión, estableciendo ejemplos perjudiciales para los espectadores. En etapas posteriores, estos programas a menudo involucran condiciones antihigiénicas, degradando aún más la dignidad humana.
Los espectadores también se ven negativamente influenciados: cuando la traición, la calumnia y la humillación se presentan repetidamente como “parte de la vida”, las personas, especialmente los jóvenes, comienzan a internalizar estos comportamientos. En lugar de promover virtudes como el amor, el respeto, la conciencia y la compasión, estos programas difunden egoísmo, conflicto e incluso crimen. Estos programas deben ser reevaluados críticamente, y los contenidos perjudiciales deben estar sujetos a una supervisión estricta.
Programas de Chismes y Escándalos: Promoviendo una Cultura de Humillación Pública
Los programas matutinos centrados en escándalos sensacionalistas y chismes son otro formato que acelera la erosión moral. En estos programas, unos pocos presentadores discuten escándalos públicos o asuntos personales, a menudo haciendo acusaciones sin pruebas. Los comentarios unilaterales, impulsados por prejuicios personales, con frecuencia cruzan la línea hacia el asesinato de reputaciones. Bajo el pretexto del “periodismo”, estos programas normalizan una cultura de humillación pública, calumnia y crueldad. Las personas señaladas son humilladas sin oportunidad de defenderse, mientras sus familias son ignoradas. Esto fomenta una atmósfera tóxica de odio y juicios infundados. Desde una perspectiva islámica, exponer vidas privadas, cotillear y buscar los defectos de las personas socava la armonía social.
El Corán advierte:
“Oh, vosotros que creéis, evitad muchas sospechas. En verdad, algunas sospechas son pecado. Y no espiéis ni habléis mal unos de otros. ¿Acaso a alguno de vosotros le gustaría comer la carne de su hermano muerto? La detestaríais. Y temed a Alá; en verdad, Alá es Aceptador del arrepentimiento y Misericordioso.” (Corán 49:12)

El Camino para Superar el Declive Moral Causado por los Medios
En una sociedad arraigada en la moralidad coránica, las personas hablan con amabilidad, se tratan con amor y respeto, protegen la privacidad y defienden los valores éticos. El Islam fomenta la hermandad, la compasión y la comprensión, mientras prohíbe palabras o acciones que hieran o humillen a otros.
La verdadera misión de los medios debería ser promover la virtud, el amor, la solidaridad, la unidad familiar y los valores morales, no alimentar el colapso moral y la corrupción social. Cuando la moralidad coránica se adopta sinceramente y se implementan regulaciones legales y supervisión de medios adecuadas, los contenidos destructivos no tienen lugar en la televisión. El problema no se limita a unos pocos programas negativos: es un problema sistémico en la radiodifusión televisiva en su conjunto. Debido a que el daño se desarrolla gradualmente y sus efectos no son inmediatamente visibles, a menudo se ignora. Sin embargo, el Corán advierte que abandonar la moralidad lleva al colapso social:
“La corrupción ha aparecido en la tierra y el mar por lo que las manos de las personas han ganado, para que Él les haga probar parte de lo que han hecho, para que tal vez regresen [a la rectitud].” (Corán 30:41)
El colapso moral que se extiende por muchas sociedades hoy en día, a menudo disfrazado como una mera “competencia por audiencias”, es el resultado de alejarse de la moralidad que Dios ordena. La única solución verdadera es que los valores coránicos guíen la vida social. Como enseña el Corán:
“Los creyentes son solo hermanos, así que reconciliad a vuestros hermanos. Y temed a Alá para que recibáis misericordia.” (Corán 49:10)
Una sociedad arraigada en estos valores será compasiva, respetuosa y digna. Es responsabilidad de cada persona evitar programas superficiales e inmorales y crear conciencia sobre ellos, difundiendo el buen carácter y los valores espirituales. La verdadera paz y felicidad solo pueden lograrse buscando la aprobación de Dios y viviendo según la hermosa moralidad que Él ordena. Los medios deben asumir la responsabilidad de recordar a las personas la hermandad y la solidaridad, reemplazando los contenidos que promueven el odio y la corrupción con ejemplos positivos de virtud. Solo entonces podrán florecer las familias, restaurarse los valores morales y establecerse una base duradera para la paz social.